El fin de la independencia de Aragón.- Indudablemente un documento histórico de gran importancia para Aragón fue el Decreto de Nueva Planta. El denominado también “Primer Decreto de Nueva Planta”, por el cual el Pueblo aragonés fue despojado de sus leyes y de sus instituciones y, consecuentemente, de su independencia. Hoy se hace necesario releerlo porque de lo que en él se trata tendría distintas lecturas que pueden estar las claves jurídicas de nuestra independencia en el futuro, si los aragoneses queremos. No importa la antigüedad de esta cuestión, el tiempo no convalida las situaciones agraviantes, ni corre en contra de la libertad, porque los derechos de los pueblos no caducan nunca. Todo el derecho político o constitucional, que se haya echado encima de ese expolio ocurrido en 1707 contra Aragón, sólo sirve para complicar y retrasar la independencia, pero nunca para negarla o impedirla.
El Decreto de Nueva Planta como registro documental de una ilegalidad.- La dinastía borbónica deja para la historia en ese documento una completa muestra de sus maneras de gobierno. Es tal la soberbia y la arrogancia con la que irrumpe Felipe V el Borbón que tuvo que dejar además un documento escrito gracias al cual hoy en día podemos juzgar histórica, pero sobre todo jurídicamente, el acto de usurpación y expolio que cometió de las instituciones y las leyes del Reino de Aragón. Pensando como él creía que, siendo rey por derecho divino, sólo tenía que rendir cuentas ante Dios y que jamás nadie juzgaría sus hechos en la Tierra, el primero de los Borbones no sólo cometió el crimen, sino que además tuvo que dejar acta del mismo en la notaría de la Historia. Jamás nadie dejó tan claramente expresado el espíritu de revancha contra un pueblo, con un acto de ilegalidad tan manifiesto.
“considerando también, que uno de los principales atributos de la Soberanía es la imposición y derogación de leyes, las cuales con la variedad de los tiempos y mudanza de costumbres podría yo alterar, aun sin los graves y fundados motivos y circunstancias que hoy concurren para ello en lo tocante a los de Aragón y Valencia”
Dos concepciones de gobierno frente a frente.- Esa infalibilidad del derecho divino de su gobierno en la que los Borbones creían ciegamente, les hizo añadir a su delito de lesa humanidad la necesidad de relatarlo. Hay algo psicopático en esta manera de proceder. Representa un postrero acto de arrogancia de una dinastía pervertida y enferma de soberbia contra un pueblo indefenso, vencido, abandonado por sus aliados, pero que siempre se consideró dueño para decidir en sus interregnos y que había hecho uso de la facultad de elegir a los que habían de ser sus monarcas en otros momentos de la historia (Compromiso de Caspe). Aragón no estaba dispuesto a aceptar el derecho divino del gobernante como práctica de gobierno. Si los castellanos estaban dispuestos a aceptar el testamento de Carlos II allá ellos, Aragón había otro sistema constitucional y unas instituciones que se consideraban con la potestad de decidir quien tenía que ser el nuevo rey.
“y tocándome el dominio absoluto de los referidos Reinos de Aragón y de Valencia, pues a la circunstancia de ser comprendidos en los demás que tan legítimamente poseo en esta Monarquía, se añade ahora la del justo derecho de la conquista que de ellos han hecho últimamente mis Armas con el motivo de su rebelión”
El “derecho de conquista” como aberración jurídica.- Si invocaba el “derecho de conquista” no podía afirmar que el objeto sobre el que lo ejerciera fuera suyo con anterioridad. Si hubiera tenido un derecho previo sobre este Reino, el fundamento jurídico para la incorporación de Aragón a su monarquía lo debía haber hecho y lo debía haber denominado de otra manera, por lo tanto, está reconociendo implícitamente que lo ejerce de facto y con violencia sobre un territorio que le es ajeno, un territorio extranjero (otro Estado en términos modernos). Conquista genera concomitancias con la consideración de ajeno, foráneo, respecto a cosas o personas sin vinculación previa, contra las que se ejerce, y cuyo status político y cultural no se piensa respetar. Felipe V no debía desconocer la situación jurídico-institucional del Reino de Aragón respecto a otros reinos, por tanto el empleo del término conquista se ajusta a la realidad y a su particular y general percepción de los hechos y las circunstancias, sólo que “derecho” y “conquista” no son términos que admitan compatibilidad. Conquista, es una situación de facto y violenta. Derecho, un sistema reglado de proceder, normalmente con aceptación general.
Naturaleza de la “Guerra de Sucesión”.- La de extranjeros era efectivamente la consideración mutua que se tenían los territorios de Aragón y Castilla y extranjeros se consideraron siempre respectivamente aragoneses y castellanos. Los aragoneses ya tenían su rey y los castellanos el suyo. La historiografía española-castellana ha intentado hacernos creer que el contexto de la Guerra de Sucesión era una guerra de pretendientes (en una hipotética unidad política denominada “España”, inexistente antes de 1707) y que uno de ellos, el ganador, traía un paquete de medidas que removerían los “problemas de gobernación” (vertebración dirían hoy en día) que originaba la existencia en los territorios de la monarquía de Estados constitucionalmente distintos. Esta teoría ha sido aceptada en una actitud enteramente acrítica por parte de la historiografía aragonesa. Pero no… El conflicto no correspondía al formato de una guerra de bandos, sino al de una guerra internacional entre Estados (o reinos como se decía en aquella época); una guerra contra Castilla y contra un rey castellano Felipe de Borbón y, por tanto, contra un extranjero que se quería imponer como rey de Aragón.
El absolutismo, los Borbones y el golpe de Estado contra las instituciones del Reino.- En todo caso queda clara la poca consideración que tenía el rey Borbón del Reino de Aragón recién conquistado. Aprovechó la ocasión e hizo tabla rasa del Reino y su constitución. Ya no era de aquellos reyes que castigaban a sus enemigos y perdonaban al resto sin tocar las instituciones del Reino, como si se hubiera tratado de una guerra en formato de bandos entre pretendientes… Este traía un programa político denominado absolutismo y tanto le daba si el Reino le aceptaba como rey o no, porque al fin y el cabo Felipe V de Castilla, educado en la teoría política de la Corte de Versalles, y como su abuelo Luís XIV de Francia, creía también que el Estado era él y que por ello no iba a gobernar junto a las instituciones representativas del Reino. No tuvo ningún reparo, ni duda, ni objeción para disolver las instituciones que podían haberlo reconocido a la postre como rey. Con ello al pecado de arrogancia añadió el de una necia y escasa visión de Estado. Esto ha sido una constante de esa dinastía desde hace tres siglos (sólo así se entiende que los Borbones hayan sido llevados al exilio en tres ocasiones en tres siglos. Mucho tardaron en entender que había que contar con el pueblo para gobernar.
La ilegalidad jurídica de la incorporación del reino de Aragón a Castilla.- Un final no violento de las Instituciones aragonesas en 1707 podía haber propiciado, en otro contexto, la aceptación del rey Borbón por parte de las Cortes del Reino y ya en un terreno allanado y políticamente favorable podrían haber aceptado cualquier pretensión real. Pero tal era la arrogancia de una dinastía, que no tomaba la precaución de dar una mínima legitimación formal a sus actos de Estado. Simplemente no entraba en los esquemas del absolutismo pactar con los representantes del Reino. Hoy Aragón podría ser un territorio foral, o no, nadie puede saberlo, pero nos hubiera fastidiado la parte fundamental de nuestro argumento. Nos lo hubiera dejado muy difícil argumentar como ILEGAL la incorporación de Aragón al Reino de Castilla-España.
“he juzgado por conveniente (así por esto como por mi deseo de reducir todos mis Reinos de España a la uniformidad de unas mismas leyes, usos, costumbres y Tribunales, gobernándose igualmente todos por las leyes de Castilla tan loables y plausibles en todo el Universo) abolir y derogar enteramente, como desde luego doy por abolidos y derogados, todos los referidos fueros, privilegios, práctica y costumbre hasta aquí observadas en los referidos Reinos de Aragón y Valencia; siendo mi voluntad, que éstos se reduzcan a las leyes de Castilla, y al uso, práctica y forma de gobierno que se tiene y ha tenido en ella y en sus Tribunales sin diferencia alguna en nada”
Estatuto de colonia castellana.- Aragón y el resto de Estados de la Corona de Aragón desde esa época se convirtieron en territorios ocupados derivados de un acto de conquista, esencialmente en colonias de Castilla, como la isla de Cuba, la Florida, Nueva Granada (hoy Colombia y Venezuela) o el Perú, ejemplos claros de territorios reducidos a las leyes de Castilla. Cuba y anteriormente otros Estados de la América latina ya tomaron su camino y hoy son repúblicas independientes. Pero para Aragón ese status colonial se ha mantenido hasta la actualidad, pues que se sepa nadie ha consultado nunca al Pueblo Aragonés expresamente sobre su incorporación al Reino de España. Aragón tiene derecho y puede seguir el mismo camino de la autodeterminación de las republicas americanas, pero con más razón, pues ya tuvo un Estado propio durante siete siglos.
Un nuevo marco del derecho público internacional.- Pasan dos siglos y medio y los dos últimos despotismos que creían en el “derecho de conquista” en formato borbónico, Alemania y Japón, son vencidos en los campos de batalla de Europa y Asía. Los vencedores de la II Guerra Mundial, dispuestos a crear un derecho internacional civilizado, ponen en la Carta de las Naciones Unidas las bases del posterior proceso de Descolonización. Un gran número de nuevas naciones, y algunas muy viejas también que formaban parte de otros Estados, han alcanzado su independencia. Hoy ya nadie admite como permisible que un efecto de la guerra sea que un Estado se incorpore el territorio de otro. No se admitiría el acto de conquista que llegó a cabo Felipe V el Borbón que, además de usurpador, buscó notarios para relatar su crimen. Un documento como el decreto de Nueva Planta sería suficiente para condenarlo dolosamente y encarcelar a su autor en una corte de justicia internacional.
El Pueblo Aragonés expoliado.- Un Estado propio es la mayor aspiración que un Pueblo puede alcanzar, pues le permite escoger las políticas y marcar su destino, sin condicionamientos, sin que tenga que soportar que le nieguen las esencias como nación, sin que le marquen dirección política de lo cotidiano. Cuando una nación tiene un Estado ya nadie le discute si es una nación o no. Por ello es una deshonra para los políticos y una humillación para un Pueblo tener estos títulos históricos de estatalidad y nacionalidad y no reivindicarlos ni hacerlos respetar. Que no nos embauquen: una comunidad por muy autónoma que sea no es el destino ni la finalidad. Como mucho el origen de un proceso de más largo alcance. Que no nos vengan a discutir la historia porque está muy claro: Aragón tuvo un Estado, Aragón en este momento no tiene un Estado, porque depende de otro, Aragón tendrá un Estado propio y los partidos políticos aragoneses tienen el deber de reconstituirlo. Este es su papel histórico. Cualquier solución intermedia es perder el tiempo.
La falsedad y la ocultación en las interpretaciones historiográficas.- Si uno se lee el papel de Aragón en la llamada Historia de España y parece que el esfuerzo haya sido siempre a converger en la “unidad de España”. Como si hubiese sido un pueblo siempre “predispuesto” y “deseoso” a perder su independencia. La historiografía castellano-española así lo pone, con complacencia de parte de la aragonesa, que no sale de ese circulo vicioso del seguidismo cultural del centro. Nada más lejos de la realidad. Muchos de los esfuerzos políticos históricos del Pueblo aragonés, que se han ocultado, han sido precisamente tendentes a recuperar la plenitud de sus instituciones como Reino; algo incompatible con lo que se nos ha dado a entender que es la “unidad de España”, concepto condicionado a los dictados del centro. Cien años después de la llegada al trono de los Borbones, con la invasión francesa en ciernes, una sublevación cívico-militar nombra a Palafox Capitán General de Aragón y para dar validez a estos actos se reunen Cortes, que instauran la Diputación del Reino, encarcelan al Virrey (el representante del poder borbónico) y hacen marchar al corregidor de Zaragoza a Madrid. Es decir los aragoneses en base y en ejercicio de sus derechos históricos seculares echan a las instituciones centralistas-ocupantes y derogan, literalmente aplastan, los efectos jurídicos de la Nueva Planta. No se paran a pensar si vulneran alguna ley o alguna constitución o algún capricho despótico de algún Borbón. Van y como pueblo soberano se otorgan a sí mismos un gobierno. ¿Hay una manera más clara y meridiana de poner en práctica el ejercicio del derecho a la autodeterminación?
#1 por Rafel el 5/Oct/2009
Un brillante artículo histórico. Riguroso y serio, bien trabajado. El conocimiento de nuestra historia (con grandezas y miserias, sin paños calientes) es fundamental: sólo consequiremos construir un auténtico proyecto de futuro si sabemos cómo hemos llegado a esta situación históricamente. Entendiendo que la Historia no es “el pasado”, si no el proceso social que nos trae al presente desde el pasado y nos lleva al futuro. Si queremos ser sujetos activos del mismo, agentes de ese cambio, debemos esforzarnos también por conocer tanto el pasado como el presente: análisis social, histórico, encaminado a la acción política.
Enhorabuena.
#2 por Pedro Gimeno Subías el 6/Oct/2009
Y lo mejor de todo, lo que más te deja impresionado, es lo claro que lo tuvieron los aragoneses de otros tiempos y lo poco que lo tienen los actuales. ¿Estaremos hablando del mismo pueblo?
#3 por Estau Aragones el 14/Oct/2009
Hay hechos y actitudes van en contra de todo lo que se nos ha explicado hasta el momento. Vamos a ver… En el contexto de la Guerra del Francés 1808-1814 también llamada “De Independencia”. ¿Por qué un simple labrador como el Tío Jorge y todos los demás del pueblo llano, sin formación militar de ningún tipo, tomaron aparentemente la iniciativa en la política defensiva frente a todo un Virrey como Guillelmi, militar de carrera? ¿Dudaba Guillelmi que el reparto de armas fuera para la defensa de Zaragoza y por eso no se las dio? ¿Si se trataba de organizar la resistencia frente al invasor, no hubiera bastado con la creación de una Junta de Defensa habituales en otros lugares? ¿Era tan imprescindible para defender Zaragoza deponer a las autoridades impuestas por la Corte de Madrid? ¿Los sublevados y las autoridades del rey estaban realmente en el mismo bando? Pero sobre todo… ¿Por qué se instauran Cortes de Aragón abolidas hacía 100 años? ¿Eran realmente necesarias para organizar la defensa o había una intención política de mayor calado? Además, no se debe olvidar que técnicamente el Ejército francés era “invitado”, si no aliado, pues Napoleón y los Borbones estaban en pactos. Según una carta de Carlos IV a Napoleón, así era:
“VM. sabrá sin duda con pena los sucesos de Aranjuez y sus resultas y no verá con indiferencia a un rey que, forzado a renunciar a la corona, acude a ponerse en los brazos de un grande monarca, aliado suyo, subordinándose totalmente a la disposición del único que puede darle su felicidad, la de toda su familia y la de sus fieles vasallos”.
La abundancia de hechos demuestra que debajo de la resistencia al invasor hay un proceso político de más enjundia que todavía no se ha investigado suficientemente. Había unas motivaciones que se apoyaron en la tradición política aragonesa, que fueron superadas por la gravedad de las acciones bélicas y sus consecuencias y que le dan al proceso histórico una complejidad que no ha trascendido en las corrientes historiográficas que han estudiado el fenómeno de los Sitios de Zaragoza, más impresionadas por los actos de heroicidad que por las causas que lo originaron. Podrían ser estas líneas de abajo las que impulsaran a los aragoneses a apostar por una solución política propia, como habían hecho en otras ocasiones. ¿Por qué tenían que aceptar el pacto de Carlos IV con Napoleón? Es más, ¿Por qué tenían que defender a continuidad borbónica siendo que estos mismos los que habían puesto su corona a disposición de Bonaparte?
[…] “Así pues, por un tratado firmado y ratificado, he cedido a mi aliado y caro amigo el Emperador de los franceses todos mis derechos sobre España e Indias; habiendo pactado que la corona de las Españas e Indias ha de ser siempre independiente e íntegra, cual ha sido y estado bajo mi soberanía, y también que nuestra sagrada religión ha de ser no solamente la dominante en España […] Dado en Bayona en el palacio imperial llamado del Gobierno a 8 de mayo de 1808. Yo el Rey, Carlos IV. Al Gobernador interino de mi Consejo de Castilla. Gazeta de Madrid, viernes 20 de mayo de 1808″
En el siglo posterior a estos acontecimientos, algunos abogados y militares de Madrid constituidos en gobierno, quisieron constituir las bases de un Estado unitario con centro allí mismo, basado, ¡Oh, paradoja! en el modelo del enemigo francés. Los programas de Instrucción Pública necesitaban un cúmulo de héroes y heroínas, cuantos más mejor, a los que se mudó el gentilicio aragonés por español, para ponerlos en los altares de un pretendido “carácter nacional español”. La heroicidad, más que el trasfondo o la realidad de los hechos, resultaba más “plástica y ejemplarizante” en el relato de unos manuales que debían de servir de lectura y de espejo donde mirarse el arquetipo de ciudadano del nuevo Estado centralista español del siglo XIX y posteriores. La historiografía romántica española dio su versión épica de los hechos sin entrar en profundidades. ¿Para qué? No era ese su cometido. Incluso el término “Guerra de la Independencia” debía servir para dar nombre al hecho catalizador, la lucha contra un enemigo común (empleado por muchas naciones a lo largo de la historia), para que un cúmulo de gentes, de pueblos, de idiomas, de reinos y de naciones pudiera meterse bajo el arquetipo de “español”. El nuevo Estado tenía ya sus mitos. Con ellos y con la fuerza creyó que podría imponerse.
#4 por Rafel el 23/Oct/2009
Pero aquí estamos los cenizos de siempre, metiendo el dedo en el ojo, jaja.
Pequeño detalle: Palafox tuvo que ir hasta Tudela para entrar en combate con el ejército francés. La revuelta en Zaragoza (si fuesemos catalanes o vascos no se dudaría en llamarla Revolución) tuvo un objetivo ofensivo, no defensivo.
“Lleva la guerra fuera del territorio del Estado” decía Sun-Tzu, eso intentó hacer Palafox, aunque luego el mejor ejército del mundo le obligase a retroceder (aún prestó batalla en Alagón) y refugiarse tras los muros de ladrillo (Muralla? ja!) de Zaragoza, donde cayeron por primera vez derrotadas, en la Batalla de las Eras, las Águilas Imperiales dando lugar al primer y fallido asedio.
Los labradores y tejedores de Zaragoza, encabezados por el Tío Jorge, no estaban solos: algunos militares aragoneses formaban parte de la conspiración que llamó a Palafox: era una conjura en toda regla.
Por otra parte, el Corregidor (alcalde) de Zaragoza, llevaba ya unos meses expulsado de la ciudad por una revuelta en el mercado ante la subida de las tasas de la alimentación: el Estado Borbónico se desmoronaba y la situación social era explosiva.
Lo dicho, en Cataluña sería considerada una revolución, aquí está olvidada en el maremagnum de anécdotas guerreristas de la “segunda guerra del francés” (como se le conocía entonces, pues la primera fue la llamada de Sucesión: ahi está la conexión: se restauran las Cortes para luchar contra quienes nos las habían quitado).
#5 por Estau Aragones el 30/Oct/2009
Gracias por esas puntualizaciones Rafel.
Efectivamente en los acontecimientos de Zaragoza en 1808 aparecen elementos característicos del modelo de revolución de la época que los historiadores han denominado la crisis del Antiguo Régimen. Y pasó aquí, en el corazón de Aragón, al que algunos siempre lo han querido situar fuera de la historia y del Mundo. El detonante es una crisis de abastecimiento típica del Antiguo Régimen con encarecimiento de los principales productos, como el pan, (no tiene nada de extraño, así empezó la revolución francesa), acompañado de una crisis de operatividad política de la monarquía absolutista y una búsqueda de soluciones en algunas instituciones provenientes del Antiguo Régimen (Estados Generales en Francia), las Cortes en Aragón, que se transforman y adquieren un carácter revolucionario. Sólo que esta incipiente revolución se vio desbordada por los acontecimientos, de hecho las tropas francesas hicieron el trabajo sucio de aplastarla y allanaron el camino a los regímenes posteriores de José Bonaparte y Fernando VII, eliminando el tejido social revolucionario De no haber sido arrollada, Aragón podría haber entrado con otro pie en la edad contemporánea y quizás como país libre.
La defensa de su revolución, de sus Cortes, de su soberanía, así se entiende el carácter enconado que imprimieron a la lucha los aragoneses. “La segunda guerra del francés”, efectivamente, lo define todo y le da sentido a la manera como los aragoneses de aquella época abordaron la cuestión bélica. Estaban luchando como un siglo antes por su tierra, por sus instituciones, pero sin confusión, su Tierra Aragón y sus Instituciones Aragonesas. Se tenían a sí mismos como gente conquistada pero no asimilada. Si un pueblo no se siente asimilado siempre tiene una puerta abierta a la libertad y ese era el sentimiento de los aragoneses de aquella época. ¡Qué distinta a la actual!
No luchaban por un pretendido patriotismo español, no tenían por qué. Es imposible que conocieran tal concepto porque era inexistente en aquel momento fuera de las cabezas de los ilustrados y los enciclopedistas. En la monarquía hispánica no existía el concepto de Nación política, ni mucho menos étnica, no podían estar educados ni identificados en él. En el Antiguo Régimen había súbditos, personas ligadas por vínculos de fidelidad personal a un señor, no había ciudadanos por lo tanto no existía el concepto cívico de ciudadanía y su afección, el patriotismo. Esto fue una invención posterior, del Estado liberal centralizado que intentó implantarse en el territorio de la monarquía hispánica durante el siglo XIX. Por tanto los aragoneses no lucharon ni expresa ni tácitamente bajo esas premisas.
También, como dices, si catalanes o vascos tuvieran en su acervo histórico semejante episodio desde luego lo pondrían como una de las páginas más gloriosas de su lucha por la liberación nacional. Porque lo más importante de todo, lo que le da el carácter transcendental a los hechos, es que se proclaman las Cortes de Aragón, después de 100 años, lo que tiene tres consecuencias de gran implicación: la continuidad histórica del viejo Reino (persistencia de la identidad del país); existencia de movimiento político organizado (hay un gobierno aragonés que toma incluso decisiones militares) y ejercicio efectivo de la soberanía (en un sentido moderno). En 175 años ni catalanes, ni mucho menos vascos, hicieron nada parecido.
#6 por Rafel el 7/Ene/2010
Lo que se produjo en Aragón en 1808 fue una Revolución. Así lo califica Josep Fontana:
“El caso de Zaragoza muetra con claridad las diversas fases del proceso de formación de un nuevo poder; ruptura con las autoridades nombradas por Godoy, elección popular de un nuevo jefe y legitimación del nuevo poder establecido”
Josep Fontana. La Crisis del Antiguo Régimen (1808-1833). “La formación de un poder revolucionario”, Ed. Crítica, Barcelona, 1983, pág. 73.
En el citado capítulo relata cómo los rebeldes (civiles y militares) encarcelan al Virrey, van a buscar a Palafox a su Villa y lo aclaman Capitán General de Aragón y cómo éste convoca Cortes de Aragón que lo ratifican en el cargo. Es una “revolución de libro”, eso sí, la desconocemos: los historiadores aragoneses en vez de estudiarla la ocultan y la conocemos por autores foranos. Es otra muestra más del autoodio que nos profesamos, comenzando por las “élites” culturales y sociales instaladas en Zaragón.
#7 por Miguel el 18/Ene/2010
Despues de leer esto me queda una duda que no me encaja en esta vision historica de los Sitios de Zaragoza ¿por qué Fernando VII, el deseado, fue recibido en Zaragoza, tras el fin de la Guerra de Indepencia y del Tratado de Valençay, con honores y con la ciudad engalanada en medio de una gran alegria popular? Es una simple duda que me surge tras leer este texto. ¿como es posible que fuese recibido así si en principio el levantamiento popular tenia también un caracter anti-borbónico y aragonesista?
Gracias de antemano por poner a mi disposición una versión de la historia disitinta a la que se enseña en el instituto.
#8 por Miguel el 18/Ene/2010
Me refiero al comentario de Estau Aragones del 14/oct/2009
#9 por Rafel el 21/Ene/2010
Bueno, en ningún momento hemos dicho que el levantamiento popular tuviese un carácter antiborbónico y, después de la guerra, ¿cómo quería que le recibiesen?. Sin embargo, en 1838, la gente se negó a pagar los “verdes”: un impuesto para el obispo que consistían en los primeros frutos (los más caros) del campo. El obispo de Zaragoza tuvo que huir y nunca más se volvieron a pagar.
La revuelta popular se centró en una revuelta contra el mal gobierno y la mayoría de los promotores murieron en los Sitios. La revolución fue derrotada y sus dirigentes desaparecieron, pero el “contento popular”, sin duda teledirigido, duró poco.
#10 por Estau Aragones el 21/Ene/2010
Es innegable que históricamente las tres restauraciones borbónicas causaron gran expectación, incluso euforia, en parte de un pueblo más o menos dirigido. Quizás la última no tanto, pues existía una amplio convencimiento de que iba a ser continuista respecto al “régimen franquista”. En las tres ocasiones la población salía de tiempos convulsos y exhausta, agotada, y con ganas de estabilidad a cualquier precio… Eso y la “inestimable” labor propagandística del “partido borbónico” que, en cada momento, hizo que el pueblo se lanzase a la calle a vitorear al Borbón de turno, fuera Fernando VII, Alfonso XII o Juan Carlos I.
Los Borbones han sido para el pueblo lo que un ama de cría bien cebada para un niño que nunca acaba de desprenderse: el hombro donde volver y llorar por su incapaz de concluir con éxito una revolución que cambiara las estructuras sociales y de poder; de su imposibilidad para vivir como ciudadanos, sin la tutela de las cabezas coronadas, y de su incapacidad resolver las cuestiones nacionales (aceptando si es necesario la separación entre los Estados históricos). Tres cuestiones que el Estado español nunca ha sabido resolver.
No es imposible ni contradictorio que la población de Zaragoza saliera a vitorear a Fernando VII. El “partido borbónico”, que ha existido en todos los Estados de la Monarquía hispánica desde que hubo de buscarle un sucesor al último Austria español, seguramente le tenía preparado el terreno para su entrada triunfal en Zaragoza, y posteriormente en Madrid. Además se trataba una población exhausta: la 2ª Guerra del Francés fue brutal, y en Zaragoza además una hecatombe humana y material, por tanto poco o nada debía quedar del espíritu revolucionario de 1808. Simplemente había sido aniquilado en la lucha (lo que no tiene nada de deshonroso) y lo poco que quedó del mito de la resistencia a ultranza fue reconvertido en lo que todos sabemos, ¡Y Palafox, que en “condiciones normales” tenía que haber sido fusilado por sublevarse militarmente contra su jefe, pasó a ser duque y “grande” de España!.
El pérfido rey Fernando fue presentado como símbolo de “paz y de victoria sobre los franceses”, a pesar que se pasó los siete años de la guerra sin enterarse en un exilio dorado hospedado por Napoleón. Como otros muchos adalides de la paz y de la victoria hispanos, que vinieron antes y después, aficionados a los baños de masas, traía su auténtico programa político oculto debajo del brazo, ¡y el de este Borbón era atroz!: suprimir todo el trabajo de las Cortes de Cádiz, eliminar físicamente cualquier signo de contestación y oposición a su régimen y gobernar con la Inquisición, a modo de policía política al uso, como su tatarabuela Isabel La Católica. ¡De aquellas expectaciones vinieron otras tantas frustraciones!.
Como enseñanza histórica decir que las aclamaciones en plaza pública son sólo eso “aclamaciones y euforia destapada” y no referendums. Sólo cuando un pueblo sale a jugarse la vida y libertad como en el proceso revolucionario de 1808 en Zaragoza podemos estar seguros de lo que realmente quiere. Diez años después de la salida del último soldado francés de la Península, se puede leer en las crónicas de la época, que el mismo pueblo que lo combatió con saña fue a recibir con vítores a una tropa expedicionaria francesa, que venía a aplastar el gobierno liberal instaurado en España. Era 1823 y esa tropa pasó a la historia como los “Cien Mil Hijos de San Luís”.
#11 por Rafel el 22/Ene/2010
Bueno, no olvidemos que en 1815, Zaragoza recibe a un Rey Constitucional, pero que cuando se descubre que lo único que pretende es restaurar el absolutismo, se levanta otra vez. La primera revuelta liberal de zaragoza data de 1820, un prolegómeno del levantamiento de Riego el año siguiente. Se puede leer en el libro citado.
Aunque una cosa es cierta:ningún levantamiento, hasta 1868 es antiborbónico, al menos explícitamente: se ataca al mal gobierno, pero se acepta al Rey, siempre que sea constitucional y, desde Aragón, “compense a esta provincia (sic) por sus sacrificios” como decían los síndicos que las Cortes de Aragón enviaron a Cádiz a las Cortes Constituyentes. No eran antiborbónicos ni independentistas.
Pero en las elecciones municipales de 1869 (las primeras en las que hubo sufragio universal masculino y que dieron pie a la abdicación del de Saboya y la proclamación de la República Federal) el Partido Republicano Federal fue mayoritario en bastantes municipios aragoneses, signficativamente Zaragoza. Cuando los republicanos federales son sacados del gobierno por los unitarios y éstos abortan la creación del Estado Aragonés, algunos revolucionarios aragoneses (significativamente varios líderes de la Asociación Internacional de Trabajadores AIT que habían apoyado al Partido Republicano Federal e impulsado la creación del Cantón de Aragón) viajan a lucha al Cantón de Cartagena.
Revelador antecedente de unidad de federalistas aragoneses y cantonalistas (unidos en el proyecto de creación de un Estado Aragonés) que luego confluirían en la revolución del 36 con el Consejo de Aragón, que fue abolido también por la República (unitaria) Española, esta la segunda y con anuencia de los dirigentes de la CNT (Montseny y Oliver). El Consejo de Aragón fue abolido, pues, no por anarquista, sino por “independiente” (el Presidente del Consejo, Joaquín Ascaso, escribe su versión de los hechos, haciendo una profesión de aragonesismo que los anarquistas puros se empeñan en ocultar, publicado por Prensas Universitarias de Zaragoza recientemente).
La “izquierda” y el “nacionalismo”, de cuya unión los republicanos españoles tanto dicen renegar (viendo la paja en el ojo ajeno e ignorando la viga en el propio) ha caminado juntos desde la lucha contra el Antiguo Régimen, al menos en Aragón. Separar emancipación social de liberación nacional en Aragón significa perpetuar el Régimen borbónico, simplemente.
#12 por Miguel el 24/Ene/2010
Gracias por las tres respuestas.
#13 por Estau Aragones el 25/Ene/2010
Mozé, para cuenta que a Fernando VII lo recibieron an algunos sitios al grito de “Vivan las caenas”, cosa que sobrepasa lo anecdótico y da constancia del auténtico programa de gobierno que traía bajo el brazo y que esperaban sus partidarios que aplicase.