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Comentario a las “decisivas” elecciones catalanas de 2017

votandoResultados: C’s 37 diputados, JxCAT 34, ERC 32, PSC 17, En Comú Podem 8, CUP 4 y PP 3 diputados.

El lerrouxismo del siglo XXI ha Ganado las elecciones al Parlamento de Catalunya de 2017, apelando a una supuesta mayoría oculta españolista Ciudadanos ha conseguido realmente que el cinturón rojo de Barcelona y de las ciudades más pobladas de la costa catalana vote a una derecha extrema y españolista. Ninguna formación política anteriormente había introducido en sus discurso la idea de la existencia de dos comunidades étnico-lingüísticas en Catalunya, ni siquiera el PP. Ese discurso demagógico de Ciudadanos es el que ha calado en una parte de la sociedad catalana, a la que se le ha repetido en los últimos tiempos que “ha estado al margen de la política de los partidos que han gobernado en los últimos 40 años bajo la égida del catalanismo (PSC incluido)”.

Ciudadanos rentabilizará esta su victoria más en Madrid que en Barcelona. Para los trapicheos de Alberto Rivera en la Villa y Corte es un resultado excelente, pero la aritmética parlamentaria le impedirá a su “ojito derecho”, Arrimadas, formar gobierno en Catalunya.

El Llamado bloque independentista mantiene la mayoría absoluta. El cambio de formato de no repetir coaliciones, por el que han optado, ha dejado más claro que nunca el peso relativo que tienen JxCAT, ERC y CUP en el bloque. Seguramente, de aquí saldrá el futuro gobierno de Catalunya con o sin los líderes exiliados o encarcelados.

JxCAT continúa siendo hegemónico dentro del bloque contrariamente a lo que decían las encuestas que daban esta posición a ERC. Su base social, la amplia burguesía catalana, ha sido fiel a su partido de referencia, al que no ha abandonado en este momento tan grave. El toque de arrebato de las organizaciones independentistas ha hecho que sus electores se movilizaran como nunca para capitalizar el movimiento catalanista, pues históricamente han desconfiado tanto de ERC como de las CUP.

ERC que quería dar el sorpasso dentro del bloque independentista ha quedado segundo, aunque probablemente recuperando parte del voto que en las anteriores elecciones se fue a la CUP. ERC es un partido de base política “menestral” en el que muchos de sus votantes no vieron con buenos ojos aquella coalición llamada Junts Pel Sí con el partido de la burguesía, por eso se pasaron a las CUP. Ahora parte de aquel voto ha vuelto al redil.

Eso explicaría en parte la gran bajada de escaños de la CUP. Eso y las ganas del independentismo en general de “moderarse” y abandonar el unilateralismo. El independentismo ha aprendido del 155 y posiblemente se quiera dejar atrás la influencia de las CUP, de las que sólo necesitaría su abstención para un gobierno independentista en Catalunya. Veremos como lo resuelven su apoyo al futurible gobierno JxCAT-ERC en sus famosas asambleas.

Decepción en el PSC que no se ha movido de donde estaba pese a las grandes esperanzas de su líder Miquel Iceta de ser el gran intermediador de la política catalana. El PSC no recupera en estas elecciones ni catalanismo, ni izquierdismo. Ha dejado de ser un referente de ambos como lo era en los tiempos en que Pasqual Margall era su líder. Su problema no es sin embargo actual, ya hace tiempo que perdió voto en favor de otros partidos tanto de derecha como de izquierda como catalanistas o españolistas.

Los que no se esperaban lo que les ha caído son los del PP. Tres diputados para el partido que Gobierna España es un trompazo impresionante. Sin duda han pagado la gestión de la “crisis catalana” y la aplicación del artículo 155, que no ha debido gustar ni a “los propios”. El discurso más contundente y menos vacilante durante “la crisis” y la mejor campaña que ha hecho de Ciudadanos, dentro del bloque españolista, ha captado a los más radicales de sus votantes, que se han pasado en masa a C’s. Si yo fuera amigo de teorías conspirativas diría que alguien, desde algún lugar y por algún motivo le está mandando un aviso a M. Rajoy.

De la debacle del PP me quedo con las palabras de Jordi Turull, uno de los consejeros encarcelados, que a aquel discurso de Sáenz de Santamaría que “el PP ha descabezado el independentismo” le ha respondido “que las urnas han descabezado al PP”; un zasca en toda regla para la Soraya.

Luego queda un partido en tierra de nadie, que no sé sabe bien si ha pagado en las urnas por la ambigüedad de su equidistancia o por la equidistancia de su ambigüedad. En Comú Podem mantiene una base electoral, pero ha disminuido tres escaños. Podría decirse que su discurso no cala en una “sociedad tan polarizada”, pero me inclino más a pensar, benevolentemente, que por acción o por omisión, algunos de sus líderes no han trasmitido mensajes claros y han sido políticamente muy erráticos durante la “crisis catalana”. Un “defecto de fábrica”, dicho sea de paso.

En Resumen: los resultados no vaticinan un cambio radical de posturas, el independentismo ha ganado, pero tocado por el 155. Es de esperar que desde una posición de poder atemperen sus aspiraciones, sino en los objetivos, sí en los medios, aunque tengan que dejar algún aliado por el camino. El unionismo, que se había planteado desbancar al independentismo en base a una masa social unionista que se ha demostrado inexistente, se ha limitado a un intercambio de cromos en escaños, no avanza nada, su salida “democrática” no ha riunfado. Veremos por donde tirarán los próximos días. En todo caso, mantener el 155 para seguir controlando Catalunya sería una postura autoritaria difícilmente justificable.

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25-N ¿Qué va a pasar con Cataluña?

Las elecciones catalanas del próximo 25 de noviembre es un hecho con una trascendencia única en los últimos 300 años. Por primera vez el partido de la burguesía catalana (Convergencia i Unió) concurre con la propuesta inimaginable tan sólo hace 2 años: “Dotar de estructuras de Estado para Catalunya”. Artur Mas no quiere pronunciar la palabra independencia, seguramente para no encasillarse y cerrarse las salidas, pero todo el mundo lo interpreta así y, en ese sentido, se lo toman también dentro de su propio partido.

El independentismo ha dejado ser un mero sentimiento popular, dicho sea de paso bastante extendido en Catalunya (metido en la nevera desde que se constituyó su CA) para ser el tema central de la campaña electoral del 2012. Nadie sabe hasta dónde llegará Mas, tampoco si va a poder controlar el proceso o si se le va a escapar de las manos. Mas se está esforzando y lo está demostrando… Visto que no va a sacar nada en España por la cortedad política que demuestran los partidos centralistas, amparados en el discurso de una interpretación legalista del texto constitucional y en una visión unitarista del Estado, está jugando la carta europea e internacional. Es un buen vendedor, es por ahí por donde puede tener éxito.

Los charlatanes mediáticos del españolismo ya han augurado grandes males para una Catalunya independiente: que bajará un 20% el PIB de Catalunya, que se marcharán las 13.000 empresas exportadoras, que hará falta pasaporte para ir de Barcelona a Zaragoza, que no dejarán usar el euro en Catalunya, que no podrían pagar ni a pensionistas ni a parados, que provocará una fractura en la sociedad catalana y un sinfín de desgracias más. Una cosa es cierta, que la Unión Europea no tiene previsto un procedimiento legal que contemple procesos de independencia dentro de los Estados de la propia UE. Por no haber, no hay ni siquiera una respuesta unificada respecto a lo que se debería o podría hacerse en estos casos. Las dudas no se plantean sólo por el caso de Catalunya sino también por procesos independentistas similares, como el de Escocia o posiblemente el de Bélgica. Vacío legal absoluto. ¡Ya se verá lo que se hace!… Por si el Reino Unido de hace un hueco dentro de la UE a Escocia, la caspa españolista ya está borrando similitudes entre Escocia y Catalunya.

Lo cierto es que la UE no va a permitir que Catalunya se convierta en la Corea del Norte de Europa y mucho que se levante un muro entorno a ella para ahogarla económicamente, como parece que le gustaría al españolismo más ultra. Eso queda para Extremo oriente y para la Cisjordania palestina. Tampoco permitiría una solución de fuerza pues eso sería nefasto para el futuro del Estado español en la UE (España ha entrado en un club donde las soluciones militaristas no serían admitidas). El Estado español sería arrojado al Tercer Mundo, a ser un paria internacional y al aislacionismo. El método previsto en el art. 155 de la Constitución descartado también pues su aplicación aceleraría el proceso de independencia y meter a Mas en la cárcel como hicieron con Companys, como propugnan desde la Tele casposa, pues tampoco es un método de recibo.

El españolismo mediático augura una “fractura social” de la sociedad catalana, entendido, parece ser, como un enfrentamiento apocalíptico entre ciudadanos catalanistas y ciudadanos españolistas, que marcarían sus diferencias, según ellos, por el origen o el nacimiento del ciudadano o ciudadana de Catalunya que se trate. Dicho de otra manera, un enfrentamiento entre el catalán viejo (descendiente de catalanes) y el catalán nuevo (el nacido fuera o de padres que nacieron fuera de Catalunya) así funciona esas mentalidades. Nada le gustaría más al españolismo que una división en plan Bosnia de la sociedad catalana. La rotunda realidad, (que el españolismo desconoce o que no quiere comprender) es que en Catalunya el origen es poco determinante a la hora de afiliar a la ciudadanía al catalanismo sociológico o al españolismo militante. Podemos estar hablando de primeras o segundas generaciones de catalanes simpatizantes del movimiento independentista cuya última decisión sólo podría depender de la condición de que la ruptura no fuese traumática (condición que, dicho sea de paso, vale igual para los catalanes de siempre). En Catalunya no hay una separación tajante como parece haber en el País Vasco. En Catalunya se admiten diferentes maneras de entender el catalanismo político y se acepta la pluralidad de orígenes e identidades.

El catalanismo sociológico atempera la posible radicalización del político e impregna todo el discurso, incluso el de los partidos declaradamente españolista. La corrección del PP catalán, por citar un ejemplo, a la hora de no ofender la catalanidad de la gente y encauzar sus particulares diferencias políticas siempre referidas a los líderes políticos nacionalistas (todo expresado en lengua catalana normativa), roza la exquisitez si lo comparamos con sus correligionarios de Madrid, que con sus soflamas son capaces de ofender a amplios sectores sociales de muy diferente adscripción política de Catalunya. Recordemos al ministro de educación Ignacio Wert y su deseo de “españolizar a los niños catalanes”. El desconocimiento sobre la realidad social catalana en la política de Madrid es absoluto, para desespero de los que llevan la estrategia política del PP de Catalunya. El desembarco e intervención de políticos del Centro en la campaña electoral ha permitido oír lo más rancio de los alegatos anticatalanistas habituales en las tertulias de bares, sobremesas y borracheras de Madrid.

Las “cloacas del Estado” también se han metido en campaña a través del medio involucionista “El Mundo” que, en el mejor método fascista, han hurtado el discurso de los partidos para confusión de los electores y han llevado el debate político a las acusaciones de corrupción. El españolismo y la derecha juegan cada vez más sucio en un sistema cada vez más desacreditado.

Hoy el “xarnego”, ya no es el emigrante de los años 60 y 70 o sus descendientes, Hoy es un tipo humano al que ya no le pesa su origen para decantarse políticamente. Está integrado en la sociedad catalana, es practicante del ciclo de las tradiciones y la cultura catalana en incluso algún reconocido xarnego forma parte de la iconografía catalana y catalanista. Tanto que incluso el término xarnego, en sus diferentes acepciones, hoy ha desaparecido del vocabulario de la gente. La identificación es tan alta hasta el punto que “el voto xarnego” decidiría en una hipotética consulta sobre la independencia. Veríamos a muchos Joans, Oriols o Jordis Romero Benítez votando sí.

El gran conflicto de una Catalunya independiente estaría no en el plano se la identidad, sino en el de lo social: que el gobierno y la oligarquía catalana quieran hacerle pagar la crisis y el coste de la independencia (o del “Estado propio) a la clase trabajadora catalana. Históricamente la fuerza del Estado español ha servido a la burguesía catalana para reprimir las revueltas populares en Barcelona con un instrumento del que carecía y, por otra parte, su pertenencia al “mercado español” le ha permitido vender su producción en momentos que no lo hubiera hecho en ningún otro sitio. Está claro que el ciclo histórico ha cambiado y que la oligarquía-burguesía catalana así lo considera. No ve hoy en la clase obrera un poder que la pueda desbancar del poder y con su potencialidad económica y el prestigio ganado en el exterior, ve más rentable perder un poco de mercado en España y ahorrarse el gasto que supone la dependencia administrativa, que lo contrario.

La decisión de Artur Mas ha sido cocinada en un corro muy selecto y, que la patronal catalana no se haya pronunciado claramente, no significa que no haya participado y que no esté de acuerdo. Una parte del empresariado más local sí, y ha dicho que está de acuerdo con el proceso que abre el proyecto “Un Estado propio para Catalunya”. Mas no dará puntada sin hilo, no está sólo, el dinero le apoya, y es por ahí por donde le da miedo a Madrid.

¡Los tiempos dirán!

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Ley para la financiación de la golfería de los marqueses catalanes

O el catalanismo según Convergència i Unió.

 

El catalanismo tiene una virtud esencial: de raíz plural, es integrador y tolerante con la diversidad; es un concepto interclasista y políticamente compartido por la izquierda y por la derecha, por lo tanto no sujeto a frentismos, salvo por los planteamientos de partidos españolistas (PP) o abiertamente anticatalanistas (C’s). Basado en el principio de la defensa de la lengua como elemento común, identificador y aglutinador, es un movimiento fuerte y con una gran implantación social. De ahí su éxito.

 

El Próximo 28 de noviembre, si una sorpresa en las urnas no lo remedia, la federación de la derecha liberal-católica catalana (CiU) ganará las elecciones al Parlament de Catalunya, más bien como resultado de la ineptitud de la izquierda combinada catalanista, metida a hacer una política de derechas, que por méritos ganados en sus 6 años de oposición.

 

¿Pero quienes son estos que van a volver después de estos años de govern tripartito? En los 22 años anteriores intentaron inculcar la idea de que el país (Cataluña) y ellos eran la misma cosa y de que el catalanismo en su más pura esencia, o quizás en su única esencia, lo representaban ellos y su partido. Se autodenominan la “Casa grande del Catalanismo”. Quien haga memoria de la época de aquellos 22 años recordará un catalanismo fuertemente de derechas, pactista y contemporizador con el poder central, con su gurú a la cabeza el Sr. Jordi Pujol empeñado en un “trato asimétrico” por parte del Estado.

 

Administradores pues de una particular visión del catalanismo, son a la par defensores de los intereses económicos y del status social de las élites del país. “Hacer país” para ellos es también garantizar y fomentar la permanencia histórica de tales élites. Es el planteamiento axial de su ideología de partido (y esencial para comprender en todo momento su acción política), que enlaza conscientemente la continuidad institucional del país con la continuidad de las élites autóctonas y cuya escabrosidad sólo compite con su exacerbado conservadurismo. Para estos el pueblo no es el depositario de los valores de la nación. No son nacionalistas en un sentido clásico. El pueblo se la trae al pairo. Al pueblo no lo ven más que como un medio de pago. Al pueblo se le hace pagar por todo: por pasar por una carretera, por atravesar un túnel, para llevar su hijo a la guardería… Cualquier cosa que se pueda privatizar se hace. “¡Nada para el sector público, todo para el sector privado, que el pueblo paga!”. Este es su lema. 

 

La Llei 6/1990, de Censos del Parlament de Catalunya va en esa línea. Se trata de crear fuentes de financiación para la aristocracia autóctona, para que continúe siendo aristocracia, para que se perpetúe. Parásitos antes, parásitos ahora, parásitos del pueblo para siempre, gracias a la derecha catalanista. Lean Vds. atentamente y comprenderán lo que les quiero transmitir.

  

Un censo, además de dar habitualmente nombre al recuento y registro de personas de un país, es una figura jurídica por la cual “se sujeta una finca al pago de una cantidad dineraria o en especie”. El censo es un asunto feudal. En su inmensa mayoría son negocios que provienen del Antiguo Régimen o se constituyeron entonces, antes que con la Codificación se le diera al concepto propiedad-posesión una formulación moderna y de que las doctrinas del derecho moderno establecieran una Teoría del contrato. Los censos se han metido por la doctrina jurídica dentro de los contratos, porque de alguna manera había que darles encaje en el derecho moderno, pero denotan su origen en que se da la “casualidad” de que los únicos censualistas que existen (los beneficiarios de esta figura jurídica) pertenecen la aristocracia, es decir, gente con título de conde o marqués. El censo es una regalía o estipendio que recibían, entre otros muchos, los señores feudales por detentar la titularidad de señoríos jurisdiccionales. Hoy nadie constituirá un censo sobre una propiedad para garantizarse una renta. Hoy existen otros negocios jurídicos que cumplen mejor ese cometido. ¡Sin embargo existen!

 

Corre el tiempo de la historia, pasan revoluciones e involuciones, el marqués hace tiempo que dejó ser un señor jurisdiccional, y aquellas terrenos destinados a explotaciones agrarias o ganaderas cambian de uso, entran dentro de los grandes planes urbanísticos de la segunda mitad del siglo XIX y dejan de ser cultivos para ser edificados. El agricultor censitario (el obligado a pagar el censo) desaparece y aparece el constructor, la división horizontal, los propietarios y los inquilinos. El censo deja de pagarse, no hay frutos que pagar, ni obligados a hacerlo. Pasan 150 años o más. El censo aparece en los asientos registrales, pero como un derecho inexigible. Ni se ha evaluado, ni repartido, ni se ha establecido un sistema de cómo hacerlo. Se compran se venden se transmiten esos pisos inter vivos y mortis causa, se constituyen hipotecas, rentas vitalicias, etc., etc. Todos se han olvidado de los censos. ¿Todos? Todos no, el señor marqués no, por supuesto. Él permanece a la espera de que algún “legislador amigo” cambie las leyes.

 

Las competencias exclusivas en materia de derecho civil del Parlament de Catalunya y “un gobierno por y para los ricos”, el de Covergència i Unió, sirvieron para perpetrar una granujada, o en el lenguaje de la época, “un pelotazo” en beneficio del aristócrata de turno. La mayoría que tiene un piso en propiedad (que puede ser perfectamente un obrero que ha trabajado media vida para comprárselo), sólo se entera que tiene que pagar cuando van a vender y le viene el comprador con la copia simple del asiento registral en la mano y le dice: “¡Hay que redimir el censo!”. “Son tantos miles de Euros para el Marqués de Sant Marciano…”

 

La Llei 6/1990, de Censos del Parlament de Catalunya es una norma que no obedece a un interés social. Es un “favor de amigos para los amigos”. Hecha sólo para beneficiar a una parte de la oligarquía catalana: Tras una regulación clásica sobre de derechos u deberes de las partes en un articulado muy doctrinal y muy sistemático, pero absolutamente fuera de tiempo, las disposiciones transitorias permiten que ese derecho inscrito pero irrealizable, que no se ejercía desde hacía más de un siglo, se convierta en un sustancioso negocio para su titular, porque la Ley permite hacer lo que antes no se podía: capitalizar el derecho, dividirlo si la finca está constituida en régimen de propiedad horizontal y asegurar los mecanismos de cobro.

 

Como los señores marqueses, condes y vizcondes estaban perfectamente a la güait de todo el trámite parlamentario de la Ley y de su aprobación, no perdieron ni un momento para acreditar sus viejos censos y proceder a su actualización en el Registro de la Propiedad. De todo ese trámite no tienían por que dar información alguna al propietario. “¡Mejor, porque así no se entera!”.Y como nadie va cada mes a comprobar el estado de su piso en el Registro de la propiedad, corre el margen de un año y prescribe el tiempo para impugnar. 

 

Podían haber abolido perfectamente los censos. La actualización del derecho civil catalán no requería de su mantenimiento. Hubiera sido la medida de interés social. No era necesario ni para la afirmación nacional de Cataluña, ni para que nadie se sintiera más catalán. Bueno quizás para que el marqués sí, pues a lo mejor proviene de algún antepasado “botifler” (catalán partidario de la causa borbónica) y debe su dignidad a Felipe V. Podían, pero no… “La derecha política y la social deben colaborar”. Había que hacerle el inmenso servicio al marqués para financiar su vida golfa, porque los marqueses viven de eso: del chanchullo que supone ser de una estirpe con abolengo; del jugo que han sacado de unos y de otros, de aquí y de allá, durante siglos; gracias a unos políticos que han interpretado que le catalanismo son ellos, corrompiendo un ideal común y trasformándolo en la escusa para perpetrar un expolio, una bribonada, un robo legal en beneficio de una parte ínfima e inútil de la sociedad. El legalismo que empeñaron en todo este proceso de hacer más rico aún si cabe al marqués, no les salva del juicio moral de haber cometido una indignidad en contra de muchos, aunque quizás eso se lo pasarán por el forro de los calzones.

 

Si mañana vendo mi piso, el Sr. marqués recibirá una cantidad de entre 12 y 24 mil €, porque tiene gravado mi piso con un censo. Cuando Jordi Pujol gobernaba, el Sr. Marqués pasó de no tener nada a tener una fuente de ingresos sustancial, pues cobra por cada compraventa y tiene bloques y bloques de casas gravadas por censos. De esta manera, parte del que suele ser el único capital sólido de un trabajador va a financiar la vida golfa del Sr. Marqués. Esperemos que el juicio de las urnas les sea más doloroso que el de esa moralidad que no tienen y ansiamos que el Pueblo catalán le pase factura a su delfín Artur Mas. 

 

Dicho todo esto con todo el respeto a los catalanistas de buena fe.

 

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